3 de julio de 2008

"... Y YO OS ALIVIARÉ"

XIV TO –A-  Zac 9, 9-10 / Rom 8, 9.11-13 / Mt 11,25-30

 

Jesús termina su enseñanza a los apóstoles con una espontánea explosión de gozo; en el Evangelio  que acabamos de escuchar, muestra su acción de gracias al Padre porque la sabiduría ha llegado a la gente sencilla. Encuentra y compara Jesús esa presencia de la Palabra lejos de la fastuosidad del Templo, del boato de la aristocracia política, religiosa e intelectual de su tiempo. Y se maravilla porque el mensaje de Dios sea ya patrimonio de aquellos que no son aplaudidos, ni buscados por nadie. Y de este modo,  una vez más, Jesús incide en su opción por los más sencillos, la gente normal, honesta, sin especiales ambiciones de riqueza, ni poder.

Y muestra además,  en el pasaje que nos narra Mateo, un profundo sentimiento de amor y misericordia, también espontáneo. No es otro que llamar a los angustiados, a los cansados y desanimados  por el duro trabajo,  por la dificultad para encontrar un camino de realidades justas, solidarias  y adecuadas a la necesidad humana de cada uno. Pronuncia una de las frases más emocionantes de todo el relato evangélico. "Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré". Todos nosotros, alguna vez, hemos buscado al Jesús que nos da paz, serenidad y alivio. Y le hemos pedido, en medio de las prisas y los agobios,  que nos deje descansar junto a Él.

Pero hay más, mucho más. Les expresa a los discípulos –y a nosotros mismos—algo que, como otras cosas de Jesús, parece contradictorio. Dice: "Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera". ¿Un yugo es llevadero?. Más  bien es un instrumento que impide cualquier movimiento que no sea llevar la carga y caminar en la única dirección indicada. En el contexto evangélico recuerda el sistema legal que, en la época de Jesús regía al pueblo, tenía 613 mandamientos difíciles de conocer y cumplir literalmente como pedían los dirigentes religiosos. En esta situación Jesús  pide a los discípulos que acepten el yugo porque el suyo es llevadero y la carga ligera, pues  brota del amor y va mucho más allá de normas y obligaciones. Y además les ruega que, como Él, acepten y sean mansos y humildes de corazón. Él lo es. No está pidiendo a los apóstoles algo que no haya hecho ya. Es una lección de humildad de un Dios que ha venido, en Jesús, a compartir con su Presencia nuestra condición humana, cercano y solidario con nuestros gozos y esperanzas, angustias y tristezas, suavizando y aligerando el "yugo" de la existencia...."Sí, Padre, así te ha parecido mejor". 

San Pablo, como hemos escuchado, sigue trazando su camino de perfección, su idea sobre la santidad que hoy es perfectamente válido para nosotros. Esa prioridad del Espíritu, frente a las apetencias de la "carne" (que en Pablo no designa al cuerpo humano sino a las tendencias que nos alejan de Dios), es camino de santidad y salvación. Es la doctrina que se incluye en la Carta del Apóstol Pablo a los Romanos que estamos leyendo. La cuestión no es tanto vencer a la "carne" a base de  mortificaciones corporales, sino en dar entrada en nuestra vida (cuerpo, alma) al Espíritu que es de Cristo y de Dios;  de dejar  que los caminos impulsados por el cuerpo no sean una dificultad para iniciar esa vida de santidad, la autentica vida; sólo la Presencia de Jesucristo en la vida justifica; sólo la presencia de quien es Bueno, nos hace buenos...

Tenemos la ocasión de aceptar la sombra refrescante  que el  propio Jesús nos ofrece. Ojalá seamos capaces de añadir a nuestras vacaciones la calma necesaria para que  sean una ocasión  de vivir serenamente las relaciones familiares, humanas y la vida de cada día, "descansando confiadamente en el Señor". Que así sea con la Gracia de Dios.

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