16 de abril de 2009

"A LOS OCHO DÍAS LLEGÓ JESÚS..."

II DOMINGO PASCUA -B-  Hch 4,32-35/ 1Jn 5, 1-6/ Jn 20,19-31

           

Afirma el papa Benedicto XVI: "En un tiempo de carestía global de alimentos, de desbarajuste financiero, de pobrezas antiguas y nuevas, de cambios climáticos preocupantes, de violencias y miserias que obligan a muchos  a abandonar su tierra buscando una supervivencia menos incierta, de terrorismo siempre amenazante, de miedos crecientes ante  un porvenir problemático... es urgente descubrir nuevamente perspectivas capaces de  devolver la esperanza. Que nadie se arredre en esta batalla pacífica  comenzada con la Pascua de Cristo, el cual, busca hombres y mujeres que lo ayuden a afianzar su victoria con sus misma armas, las de la justicia y la verdad, la misericordia, el perdón, el amor".

La Resurrección, acontecimiento único e irrepetible, no es un mito, ni un sueño; es una realidad capaz de iluminar  las zonas oscuras del mundo en que vivimos, de trascender  el desconsuelo de los sentimientos que se agotan en el vacío y la nada, de iluminar y fortalecer la vida de los hombres y mujeres. Hoy, ocho días después de la Pascua, encontramos en las lecturas  esta idea básica: la comunidad cristiana, debe ser signo luminoso, en medio del mundo,  de Cristo Resucitado.

    "En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común": Este es el estilo de aquella primera Iglesia de Jerusalén, tal como nos la ha descrito Lucas. Un grupo de cristianos que lo tienen todo en común, que se muestran solidarios sobre todo con los más pobres. Tanto internamente como cara a la sociedad en la que vivimos,  éste es el lenguaje que más entendemos: los hechos-la vida-el compartir… es  siempre el mejor testimonio. Escribía San Justino: "...los que nos odiábamos y matábamos los unos a los otros y no compartíamos el hogar con quienes no eran de nuestra propia raza, ahora, después de la aparición de Cristo, vivimos todos juntos y rogamos por nuestros enemigos". El hombre está más ceca de Dios  cuanto más se une a sus hermanos.

            "Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama a Dios, que da el ser, ama también al que ha nacido de él". El fruto de la respuesta de fe que, desde la libertad, damos a Dios, es el amor. Nadie que ha percibido en lo más hondo de su ser el amor de Alguien que le ha dado su propia vida sin esperar nada a cambio puede vivir de manera indiferente con los demás. Confesar la fe en el Señor Jesús  es creer y vivir en su proyecto de amor para los hombres. Hacerlo,  sin la Eucaristía y la oración  personal que alimenta la fe, no es posible.

            "Como el Padre me ha enviado así también os envío yo". En la  comunidad cristiana de Jerusalén "daban testimonio de la resurrección del Señor con mucho valor". El que  cree e veras, quiere compartir y comunicar  con valentía su convicción profunda a los demás.  Pero, sólo si miramos a Cristo Resucitado y vivo descubrimos que el corazón abierto que Tomás toca  es "su misericordia". Este es el gran testimonio: la paz y la perdón. En el marco familiar, social, profesional... los cristianos nacidos de la Pascua deberíamos sentirnos invitados a vivir  la fe  en todo momento y a mostrar actitudes de reconciliación y perdón.

            "Señor mío y Dios mío". No nos deben asustar nuestras propias dudas; de ellas saldrán grandes avances, siempre que no vivamos en la duda permanente. La fe es como una llama, como una luz que nos vamos dando y pasando unos a otros. Experiencia íntima, personal e intransferible que tiene el ser humano en su interior y, al mismo tiempo,  experiencia comunitaria, compartida. Madre Teresa escribía a una persona amiga: "Por muchos que sean tus dificultades y problemas existe una alegría que nunca se te podrá arrebatar: que Cristo ha Resucitado y vive para ti".Que así sea con la Gracia de Dios.

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