23 de abril de 2009

¿TENÉIS AHÍ ALGO QUE COMER?

III DOMINGO DE PASCUA – Hch 3, 13-15.17-19/1 Jn 2, 1-5/ Lc 24,35-48

             

¿Por qué os alarmáis? ¿Por qué surgen dudas en vuestro interior?.  Hemos de confesarlo: a veces surgen dudas en nuestro interior. Dudas sobre el mundo y su bondad; dudas sobre el hombre y su fragilidad para el bien; dudas sobre uno mismo: sobre el sentido de la propia vida, de la propia tarea, de la propia vocación. No solo,  a veces, nos surgen dudas sobre Dios, el significado de su Palabra y su plan para con nosotros. Pues bien, hoy, Cristo resucitado, nos repite como a aquellos apóstoles atemorizados: "¡La paz sea con vosotros! ¿Por qué os alarmáis? ¿Por qué surgen dudas en vuestro interior? ¡¡Soy yo!!".  Es necesario vivir  la  experiencia de Cristo resucitado para caminar sin sospechas por esta vida. Es verdad que  nuestra existencia está transida de dudas, dolores íntimos e insospechables, sin embargo, también lo es que la vida  merece vivirse. El testimonio de tantos santos, hombres y mujeres, de vida oculta, pero llenos caridad y alegría y serenidad interior nos lo muestra. Santa Teresa de Jesús acerca de las sequedades y obscuridades del alma escribía: "no le conviene al alma refugiarse en sí misma, ni abandonar sus obras de caridad; por el contrario que continúe donándose y entregándose que Dios sabrá sacar provecho de ello para ella y para sus almas". Así pues, ante las dudas en nuestro interior, que sea la paz y la caridad de Cristo lo que prevalezca en el corazón y anime nuestros pasos a  seguir hacia delante, guardando su Palabra.

            La experiencia nos enseña que al vida sin esperanza es un camino hacia ninguna parte; puede convertirse, incluso en una pesadilla. Frente a ello creer es razonable, aunque no se llegue a la fe por deducciones lógicas, sino por la entrega, la confianza, el encuentro personal y la aceptación de Dios a través de su Palabra. La resurrección, los relatos evangélicos nos lo muestran, no es una invención de gente crédula dispuesta a creer fácilmente; es una realidad que se impone en medio de las dudas, los sobresaltos, los temores.  Jesús mismo clarifica  su imagen e identidad desde el realismo de la historia: "Mirad mis pies y mis manos; soy yo en persona":  las manos que tocaron y levantaron, que bendijeron y partieron el pan... y los pies que anduvieron los caminos de Galilea con las marcas de los clavos, se convierten en signo de identidad del Mesías y de su vida entregada. Pero, además,  como la fuerza de este realismo no era suficiente, Jesús mismo "les abrió el entendimiento para comprender el sentido de las Escrituras".

La fe es una actitud profundamente libre y liberadora. El que cree en Dios sabe de quien se fía. Creer es vivir un nacimiento constante a la vida nueva de Dios, y atreverse, como los apóstoles y primeros creyentes, a dar razón de nuestra esperanza a pesar de la duda, el desamor o la muerte. Creer es comprometerse a fondo con Dios, con nuestra conciencia y actitudes personales, con los demás, con el mundo, con la vida.  Creer es, lo recuerda la segunda lectura,  guardar los mandamientos de Dios. Por tanto incluye una forma de vivir conforme a la voluntad divina. La guarda de los mandamientos es "vivir en la verdad", de una forma auténticamente humana y cristiana (nunca por miedo...). Los mandatos de Dios no son algo extrínseco al hombre,  son más bien  una revelación del verdadero ser humano, de la verdad más profunda que estamos llamados a vivir.  Son un don de Dios que se ha manifestado en Cristo, por  eso  conocer a Cristo significa vivir en la verdad,  caminar en  la luz.

"En su nombre se predicará la conversión y el perdón. Vosotros sois testigos de esto". Predicar el perdón, la misericordia y la conversión de los pecados es tarea del sacerdote y de todos. Todo somos testigos del amor de Dios y  debemos anunciar en nuestro mundo que la "misericordia es el gran límite al mal", que debemos continuamente reconciliarnos con Dios y con nosotros mismos  y que  la paz interior el mejor don de Cristo Resucitado. Que así sea con la Gracia de Dios.

No hay comentarios: