8 de mayo de 2009

"PERMANECED EN MI"

V DOMINGO DE PASCUA -B- Hch 9, 26-31/1 Jn 3, 18-24/Jn 15, 1-8
           

El domingo pasado el evangelio nos abría hacia el horizonte exterior y Jesús nos proponía  interesarnos de los otros como el Buen Pastor se ocupa, acerca y entrega su vida por las ovejas. Hoy nos hace volver los ojos hacia la vida interior que sostiene,  nutre y alimenta la vida de todo cristiano. Esta vez emplea una imagen sacada de la vida agrícola que todos podían entender por que formaba parte de la experiencia cotidiana. En la sinagoga les habían enseñado  que Israel era la viña del Señor y recitaban el canto de Isaías: "Canto en nombre de mi amigo un canto de amor a mi viña...".

            Escribía Miguel Hernández:  "Dale, Dios, a mi alma, hasta perfeccionarla. Dale que dale, Dios, ¡ay! Hasta la perfección". El Padre es el labrador que cuida de los sarmientos y los poda para que den más fruto. Puede que esta poda en un momento produzca dolor y no comprendamos por qué Dios actúa así. Pero todo es por nuestro bien... La poda es necesaria porque tendemos a la dispersión, los apegos, lo innecesario... y por ahí se nos va la vida..., por eso a veces hay que cortar el follaje y esto siempre es ingrato y doloroso; para crecer hay que cortar y, en este sentido, es liberador hacerlo, para volver a lo esencial-auténtico... La clave es recibir la savia de la vid, porque la savia es la Palabra que alimenta, el amor que vivifica, el Espíritu que recrea.... El Padre cuida y poda sí, pero no lo hará sin mí...

San Agustín nos hace ver que Jesús no dijo "sin mí podéis hacer poco", sino "sin mí no podéis hacer nada" . Lo dice para evitar que alguno pudiera pensar que el sarmiento puede producir algún fruto, aunque escaso, si está separado de la vid. La oración y los sacramentos son la savia que Dios nos da para vivir. Acudamos a ellos y viviremos. No hay Iglesia sin Eucaristía nos ha recordado el Papa, ni tampoco hay cristiano sin Eucaristía, pues quien no está unido a Cristo no es cristiano. -"No somos cristianos, somos Cristo", repetía el santo de Hipona. Corre en nosotros la misma vida..., injertados en él... más allá de una identificación intelectual que nos hace descubrir la belleza del evangelio, la grandeza de la doctrina sobre el amor; e incluso más allá también de una identificación de la voluntad..."No soy yo, es Cristo quien vive en mí" afirma Pablo. Es la unión con Cristo la que da vida a la Iglesia y, en ella, a todas las comunidades y cristianos. Esta unidad con Él, con nuestra manera de ser y de estar,  es fundamental, es lo que nos vivifica de verdad.

             Si estamos unidos a Cristo daremos fruto. Sólo así mostraremos que no amamos de palabra o de boca, sino "de verdad y con obras" como nos dice la Primera Carta de Juan.  De poco sirve que las palabras de Jesús estén en nuestra memoria, si no están en nuestra forma de vivir. La falta de coherencia que se achaca a los cristianos tiene su raíz en la falta de unión con Cristo, en la pérdida de la espiritualidad en nuestras vidas. No bastan las palabras, tampoco los actos si no están hechos "en vedad", en Cristo. Hay que volver al manantial y dirigir nuestra mirada a la montaña de donde brota el agua, volver a Dios, fuente y origen de todo bien. Jesús dijo "la señal por la que conocerán que sois mis discípulos es que os amáis unos a otros como yo os he amado".  El árbol bueno da frutos buenos.

El que vive unido a Dios, por medio de la gracia, convierte en  valiosa cualquier acción que realice, por nimia que sea, porque su vida participa de la misma vida  divina. Por ello, cultivemos la interioridad, la contemplación, la espiritualidad. Sin estas dimensiones la existencia es como un cuerpo que no ha encontrado todavía su alma. Sin interioridad peligra la propia integridad e identidad personal. Dios es tu amigo, el Viñador. Un Viñador que mira por su viña, que mira por ti.  Resumiendo: sin Él, nada; con Él y en Él, todo. Que así sea con la Gracia de Dios.

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