11 de junio de 2009

"ESTA ES MI SANGRE... DERRAMADA POR TODOS"

CORPUS Ex 24,3-8 / Heb 9, 11-15 / Mc 14, 12-16.22-26

            Hoy celebramos la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, simbolizados en la Eucaristía. Precisamente las tres lecturas hablan casi exclusivamente de la sangre. La sangre ha sido durante siglos el símbolo de la vida. Pero, para  los judíos, era mucho más que un símbolo, era la vida misma, el alma de la vida, principio vital del hombre y del animal. Por eso tenían prohibido comer carne de animales sofocados; sólo comían carne de animales degollados, de este modo no se convertían en impuros. La sangre se reservaba aparte; una mitad se derramaba sobre el altar, para Dios, la otra mitad se utilizaba para rociar al pueblo. Así, con la sangre de los animales sacrificados, se renovaba la alianza entre Dios y su pueblo. La primera lectura nos ha recordado este hecho en la solemnidad del Sinaí. Todo el pueblo selló y aceptó el compromiso: haremos todo lo que manda el Señor.

             Pero aquella alianza se sellaba, como nos recuerda Pablo, con sangre de animales, machos cabríos y corderos. Era todo un símbolo de los nuevos tiempos, de la Nueva Alianza, que será sellada con la sangre de Cristo, el cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Jesús es el nuevo Moisés, y más que Moisés o los profetas, pues es el mediador entre Dios y los hombres, Dios hecho hombre. Y por él hemos sido reconciliados con el Padre a través de su sacrificio en la cruz. Con su sangre nos ha rescatado, nos ha liberado, nos ha puesto en paz con Dios y hace posible la reconciliación y la paz entre los hombres. Nuevamente la sangre, pero ésta por última vez, es el principio de vida para la humanidad, signo de fidelidad.

             Jesús derramó hasta la última gota de su sangre en la cruz el viernes santo. Pero el jueves, la noche antes de padecer, en la última Cena quiso dejarnos un memorial imborrable de su sacrificio en la eucaristía. Nos lo recordaba San Marcos: primero tomó pan y sentenció "éste es mi cuerpo", después tomó la copa llena de vino y proclamó "ésta es mi sangre". Y nos invitó a repetir estos gestos en su memoria. Es lo que hacemos cada domingo, al celebrar la eucaristía. Recordamos, y de un modo especial en este día -del Cuerpo y Sangre de Cristo- lo que hizo Jesús. Y como los israelitas en el Sinaí, comulgamos, es decir nos comprometemos con Jesús y en la tarea de Jesús, prometiendo cumplir el mandamiento del Señor: amaos los unos a los otros, como yo os he amado, hasta dar la vida. La Eucaristía es la fuente inagotable del amor cristiano porque Cristo mismo es el que se nos entrega para que amemos a Dios y nos amemos los unos a los otros.

Siempre necesitados beber  de nuevo de la primera y original fuente que es Jesucristo de cuyo corazón traspasado brota el amor de Dios. Un amor que es universal. Hoy la Iglesia, al celebrar el Día de la caridad bajo  el lema  "Una sociedad con valores es una sociedad con futuro", nos invita a que estemos atentos a la situación crítica en la que vivimos. La crisis económica actual pone en evidencia una profunda crisis de valores morales. La dignidad de la persona es el valor que ha entrado en crisis cuando no es la persona el centro de la vida social y económica; cuando el dinero se convierte en fin en sí mismo y no en un medio de servicio de la persona y del desarrollo social. Una de las posibles causas de la crisis es la falta de transparencia, de responsabilidad y de confianza. Estos no son elementos económicos o financieros, sino actitudes éticas, lo cual quiere decir que cerraremos en falso la crisis si no estamos dispuestos a afrontar la crisis ética que la sustenta.  Es una oportunidad de rectificar y sentar las bases de la convivencia en valores sólidos capaces de construir un orden económico y social transparente y justo. Que así sea con la Gracia de Dios.

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