25 de septiembre de 2009

"EL QUE OS DE A BEBER UN VASO DE AGUA... NO QUEDARÁ SIN RECOMPENSA"

XXVI DOMING TO -B- Nm 11,25-29/St 5,6-1/Mc 9,38-43.45.47-48

 

            A pesar de que la tolerancia se considera un valor insustituible de las sociedades democráticas, no parece que la intolerancia sea un mal extinguido, al contrario crece como mala hierba que envenena la convivencia: "Quien no es de los míos es mi enemigo", parece ser la consigna de muchos (sobre todo en la manipulación de los sentimientos religiosos). Tolerancia no significa indiferencia,  que todo vale. Pero el que no todo valga no significa ni justifica actitudes  de fuerza o de coacción. No todo se puede tolerar (el hambre, la injusticia, la manipulación de los sentimientos religiosos, la mentira...). El encuentro con el otro debe ser siempre desde el respeto a la persona y a la identidad propia y, en el ámbito religioso, el respeto por lo Sagrado.

De modo que los cristianos tenemos que contar y cooperar con todos los hombres de buena voluntad, que son muchos más de los que pensamos. Todos los seres humanos pertenecemos a la misma familia, la humanidad. Nos diferencia el sexo, la edad, la lengua, la nacionalidad, la religión. Pero todas las diferencias sirven para enriquecer no para justificar la desigualdad, ni la discriminación, ni las guerras. La variedad de culturas, de razas y lenguas, de religión y nacionalidades, no son un obstáculo para la unidad; al contrario, contribuyen y enriquecen la cultura humana.  Lo malo es cuando prevalece el espíritu partidista y cada cual busca su propio interés por encima y a costa del de los otros.  Jesús les invita a tener una visión amplia, universal, respeto... hay que apoyar a quien defiende la justicia, la dignidad, la vida, aunque no sea del grupo. "Haz el bien y no mires a quien".

            En un tono de palabras muy duro Marcos da una seria advertencia sobre la necesidad de no escandalizar a los "pequeños que creen", expresión que hace referencia a los menos privilegiados en la comunidad. El escándalo surge cuando en la comunidad hay quienes pretenden ser más grandes, ser servidos en lugar de servir, poniéndose por encima de los otros como supriores a ellos. Esta ambición pone en peligro la adhesión a Jesús. También dan escándalo en la comunidad quienes  estorban o impiden el trabajo y el compromiso de alguien por la liberación de los hombres. El escándalo es hacer tropezar a alguien que lucha por el Reino de Dios, cansar, desanimar... El escándalo, en palabras del siempre directo Santiago es  la explotación que lleva a la acumulación de riquezas...arrogancia... es hacer mal uso o abusar de la autoridad que tienen; es dejar de hacer el bien por querer salvaguardar el propio prestigio o parcela de poder. Escandalosas y obscenas son las desigualdades económicas y sociales, los apaños y manejos turbios, las violencias verbales y descalificaciones, la incoherencia entre principios y conducta en cuestiones fundamentales, el uso público de una doble moral.

            Jesús se refiere expresamente al escándalo "religioso", aquello, de cualquier tipo que sea, que puede desviar o alejar de la fe "a uno de estos pequeñuelos que creen". Una vez más los pequeños son el punto de referencia y la medida de salvación. Ojos, pies y manos, en cuanto órganos activos y símbolos de la acción de la autoridad, pueden pervertirse y causar escándalo en los débiles. No se trata de despreciar el cuerpo (ser realistas y ver que las tentaciones nos vienen por los sentidos) sino de abrir los ojos y caminar en la buena dirección.  Se trata de asegurar la plenitud de la vida tanto en el mundo presente como en el futuro. Todo lo que se hace y ayuda a las personas, aun lo más pequeño, no quedará sin recompensa; y viceversa: todo lo que no tiene en cuenta a los más pequeños no quedará impune. Jesús decía que quien os de " un vaso de agua no quedará sin recompensa".

19 de septiembre de 2009

"...Y EL SERVIDOR DE TODO"

DOMINGO XXV DEL T.O. -B-  Sab 2,17-20/St 3,16-4,3/Mc 9,30-37

 

            Marcos presenta a unos discípulos muy humanos,  tanto que parece que Jesús no se puede fiar de ellos pues sus proyectos y expectativas son tan distintos a los que Él les presenta. No terminan de entender cómo se va a cumplir el Mesianismo de Jesús y Él les instruye, en el segundo anuncio de la Pasión y dentro de la teología del justo sufriente,  que tiene que pasar por la muerte pero ésta no será definitiva pues el Padre le resucitará;  ellos, si embargo, parecen sordos,  están "en sus cosas" y "sus cosas" son el reparto del poder y  planificar su futuro de manera individual...        

Jesús va poniendo las bases de una comunidad alternativa y ofrece los criterios sobre el poder y servicio dentro de la comunidad: el más importante es el que sirve; querer ser el primero no es luchar por alcanzar el puesto de más relevancia sino  ponerse el delantal del servidor, empezando por quienes tienen más responsabilidad en la comunidad;  y  hacer sitio,  acoger, no rechazar,  a quienes no cuentan y necesitan ayuda: "Cogiendo a un niño lo puso en medio, lo abrazó y les dijo: El que acoge a uno de estos por causa mía me acoge a mí". Resulta que los pequeños y los últimos se convierten en sacramento privilegiado y desconcertante de Jesús y de Dios. "Y quien me acoge a mí no es a mí a quien acoge sino al que me ha enviado". Jesús orienta el sentido de grandeza que ellos sueñan hacia el servicio.

            Sólo cuando se haya logrado esta nueva actitud vital, esta convicción  existencial, "la sabiduría que viene de arriba, que es pura, pacífica, indulgente, dócil, llena de misericordia y buenos frutos, imparcial, sin hipocresía" guiará el obrar humano y cada uno de sus actos. Sin esta configuración que requiere gracia, esfuerzo y tiempo, las viejas estructuras de poder seguirán vigentes y con ellas actuar conducido por las contiendas, las codicias, los deseos de poder, las envidias. Cambiar la vida es la gran tarea del cristiano, llevada a cabo con constancia y entusiasmo y asumiendo, como se nos recordaba el  domingo pasado que "hay que cargar con la propia  cruz", esto es,  aceptarse en la propia realidad, reconocer con serenidad lo que somos, limitados e infieles a  la llamada del evangelio y responsabilizarse de la propia vida sin ampararse  en lo que otros hacen ni excluirse porque otros no sean tan coherentes como dicen.

            La Carta de Santiago  tiene junto a la preocupación social y la insistencia de las obras junto a la fe un alto contenido moral. Esto no es extraño pues las primeras comunidades cristianas tienen que convivir en una sociedad heredera de la gran cultura grecorromana pero llena de contradicciones. Santiago reprocha a los cristianos que habiendo entrado en la comunidad siguen viviendo  como los que no creen y recuerda que  la fe conlleva una práctica, un "ethos", una elección de vida en la que no caben ni envidias ni rivalidades que traen solo males… sino  procurar la  justicia y sembrar la paz. Esta actitud "sabia" es un regalo que hay que acoger y un camino hacia lo "máximo" que perfecciona a la persona haciéndola más humana. 

Ahora que hemos iniciado en el colegio el nuevo curso escolar es legítimo y recomendable recordar la importancia de educar en máximos. Cada hijo, cada alumno es una promesa que hay que  hacer realidad en la máxima excelencia posible. Aspiremos a los bienes más altos y concretemos esa aspiración con un proyecto de vida personal. Decía San Escrivá de Balaguer: ¿Por qué conformarse con ser un ave de corral cuando se puede ser una águila?. Que así sea con la Gracia de Dios.