9 de septiembre de 2010

"ESE ACOGE A LOS PECADORES Y COME CON ELLOS"

XXIV DOMINGO TO -C-   Ex 32, 7-11.13-14/1 Tim 1, 12-17/ Lc 15, 1-32

 

            La pregunta que hacen los fariseos y escribas nos ayuda a comprender  el mensaje de las parábolas. Ellos se sorprenden de la cercanía de Jesús con los publicanos y pecadores; y su sorpresa estaba justificada porque para ellos Dios solo aceptaba a los puros y santos. Por eso los judíos ortodoxos se purificaban cada vez que se acercaban al Templo, pues para estar cerca de Dios había que guardar cierta pureza ritual. Sin embargo, Jesús les ha demostrado, tal como sucede en la primera lectura, que Dios camina con su pueblo, no porque este pueblo fuera santo, o porque fuera perfecto, sino por su infinita y gratuita misericordia. Tal como san Pablo lo dice también en la segunda lectura, es Dios quien se acerca a nosotros para compartir su amor; no porque lo merezcamos, sino por su infinito amor.

            Este es uno de los mensajes del evangelio de hoy: Dios nos ama incondicionalmente y nos recibe con los brazos abiertos; sólo necesita de nuestra libertad, de que reconozcamos que él es nuestro Padre y que podemos regresar a casa para vivir como verdaderos hijos de Dios. No es por nuestra santidad que nos acercamos a Dios, sino por su infinita bondad que asoma al horizonte esperando la vuelta de los hijos perdidos. El hombre se salva por la misericordia de Dios. Dos caras de esta misericordia son el amor y el perdón. Dios ama a todos hombre, Dios ama al pecador (oveja perdida, el hijo pródigo...) y, porque ama, muestra su amor (perdonando, abrazando, mostrando alegría, organizando una fiesta...). Este amor y perdón no están sometidos al tiempo (el corazón de Dios abierto las 24 horas y siempre el hombre puede ponerse en camino), no se agotan jamás y transforma la vida y el corazón del hombre restituyéndole la dignidad que el pecado anula.

            Es lógico que, cuando perdemos algo de valor, nos dediquemos a su búsqueda...pero ¿es normal que como el pastor, la mujer y el padre, demos más importancia a lo que perdimos que a lo que aún conservamos? El pastor abandona a 99 en un lugar inseguro (algo imprudente); la mujer deja de cuidarse de la casa (nada inteligente); el padre vivía como si sólo tuviera un hijo... (poco justo con el hijo que quedaba)... Pues bien Jesús nos dice: así es nuestro Dios: más interesado en recuperar lo pedido que en guardar lo que nunca se le va a extraviar... No nos hubiéramos atrevido a imaginar semejante comportamiento en Dios –tan insólito como irracional- si Jesús mismo no nos lo hubiera desvelado. Si Jesús no impidió a los malos que le acompañaran, no fue porque desconociera su malicia, la negara o la disculpara, sino porque deseaba darles la oportunidad de hacerlos buenos.

            "Hay más alegría en el cielo por un pecador...". Podría parecernos una exageración pero si damos fe a las palabras de Jesús,  Dios se siente feliz cuando puede ofrecer de nuevo el hogar. "Dios es todopoderoso en el amor". Parecería que Dios recompensa la fidelidad con la tristeza y el pecado con la alegría.  No es así en realidad. Quienes no se perdieron nunca  le dieron preocupación, ni dolor y por eso tampoco el gozo de recuperarlos ("Todo lo mío es tuyo"). La alegría de la vuelta del pecador es siempre superior a la pena de la pérdida. No hay pecado lo suficientemente grave ni falta demasiado vergonzosa que nos pueda impedir volver a Dios para devolverle la alegría. Cristo vino a salvar: la mejor prueba de ello es el cambio de vida en él operado y que pueden constatar cuantos le conocen. Hablaríamos mejor de la salvación si nos sintiéramos salvados. Que así sea con la Gracia de Dios.

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