30 de septiembre de 2010

"SI TUVIERAIS FE..."

DOMINGO XXVII TO -C- Habacuc 1,2-3,2,2-4/2 Tim 1,6-8.13-14/Lc 17,5-10

            El mensaje central de las lecturas de hoy es la fe, como subraya la petición que hicieron los apóstoles y que es nuestra propia oración: "Señor, auméntanos la fe". El profeta Habacuc, hace unos 2600 años,  planteaba la misma pregunta que hoy nos hacemos ante las desgracias de este mundo y que, sin duda, el hombre se ha hecho desde que comenzó a serlo: "¿Por qué me haces ver desgracias, me muestras trabajos, violencias y catástrofes, surgen luchas, se alzan contiendas?¿Por qué tanta desgracia, injusticia..?". Cuando el profeta se hacía estas preguntas su campo de mira era estrecho y se refería a un entorno geográfico reducido (Israel sufría la opresión de los enemigos y Dios parecía ausente); hoy, basta encender el televisor para ver imágenes de desgracias, violencia, catástrofes y guerras en nuestra pequeña aldea global y podemos poner nombres de zonas geográficas cercanas o muy lejanas a nosotros... y están, además, los problemas personales cercanos a nuestra vida, que nos llevan a gritar con Habacuc: "¿Hasta cuándo clamaré, Señor, sin que me escuches..., sin que me salves?".

            Dice el dicho japonés: "el camino es según el compañero". El camino supuestamente más cómodo por las mejores autopistas y con el mejor de los coches, puede ser incómodo, desagradable y aburrido si lo es el compañero que va con nosotros. Y el camino de montaña, sembrado de piedras y raíces, empinado entre riscos, puede convertirse en el recuerdo más maravilloso de nuestra vida según la mano del compañero en el que nos apoyamos y confiamos. Esto es lo que nos da la fe. No nos da un camino privilegiado y cómodo.  Nos da un compañero que nos enseña desde el comienzo cuál y cómo va a ser el camino.  Un compañero que se define a Sí mismo como Pastor que camina delante por senderos de montaña, Pastor cuya mano fuerte está siempre al alcance de la nuestra por si resbalamos en el camino, que conoce bien sus caminos, aunque a nosotros no nos lo parezca.

 La fe da sentido al camino porque el Señor va delante y sabe a dónde va.  La fe nos da la alegría de caminar hombro con hombro con el Señor. Es la  fe que nos hará decir: "Señor, caminando tras de Ti no hago más que lo que tengo que hacer..." . La fe es un don de Dios que nos permite descubrir su presencia en el vivir de cada día, en nuestra historia.  Es un  don que hemos recibido de otro y que tenemos la responsabilidad de transmitir a otros. Es un acto personal ciertamente pero no es un acto aislado. Debemos vivirla con los demás. Por ello, pedir hoy el don de la fe es pedirle a Dios que nos ayude a reconocerlo en nuestras vidas, en nuestra historia y poder así vivir su presencia y su palabra con mayor plenitud. Huir de la cruz es humano, gritar al Señor y dudar también. Por eso hoy, con san Pablo, vamos a pedir "reavivar el don de Dios", reconocer los miedos que puede haber en nuestra vida y confiar en la misericordia del Señor como lo hicieron Pedro, la mujer pecadora… Hoy pedimos al Señor que aumente nuestra  fe. Lo pedimos para cada uno de nosotros y para todos, con las profundas palabras del poeta Gerardo Diego:

"Porque Señor, yo te he visto y quiero volverte a ver, quiero creer. Te vi, sí, cuando era niño y en agua me bauticé y, limpio de culpa vieja, sin velos te pude ver, quiero creer. Devuélveme aquellas puras transparencias de aire fiel, devuélveme aquellas niñas  de aquellos ojos de ayer, quiero creer.  (...) Tú que pusiste en las flores rocío, y debajo miel,  filtra en mis secas pupilas dos gotas frescas de fe. Porque Señor, yo te he visto y quiero volverte a ver, creo en Ti  y quiero creer".

¡Una gota, una sola gota de fe –como un granito de mostaza-  para cambiar la vida y el mundo!. Que así sea con la Gracia de Dios.

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