11 de noviembre de 2010

"CON VUESTRA PERSEVERANCIA SALVAREIS VUESTRAS ALMAS"

XXXIII TO-C- Mal 3, 19-20 (4,1-2) / 2Tes 3, 7-12 / Lc 21, 5-19

 

En medio de las dudas, de la desesperanza y de la oscuridad que suponen para la fe el triunfo de los malvados y el dolor de los justos, el profeta Malaquías proclama que, a pesar de las apariencias, el Señor es justo. No hay que dejarse arrastrar por el aparente triunfo de los pecadores; estos perecerán, en cambio sobre quienes siguen la ley del Señor "honrando su nombre" brillará  "un sol de justicia que lleva la salud en sus alas".

En este misma línea de reflexión podemos subrayar que la finalidad del discurso que presenta Lucas no es tanto describir los acontecimientos que se van a suceder en el fututo y ponerles fecha, cuando dar a los creyentes de las primeras comunidades, que esperaban impacientemente  la vuelta del Señor, la fuerza y el coraje para que puedan vivir el tiempo de la Iglesia, el seguimiento de Jesús, en medio de las pruebas y dificultades recordándoles el valor del tiempo presente. Jesús no responde directamente a las pregunta de los discípulos; se preocupa más en el "cómo" vivir el "antes" del encuentro definitivo con el Padre. Ni los falsos mesianismo, ni los agoreros de cualquier tipo, ni los vendedores de utopías, ni las guerras, ni las catástrofes naturales anuncian el fin del mundo. El día que debe preocuparnos es el "antes" y ese día es "hoy", pues también hoy es ya el "día del Señor". La tarea en este mundo es dar testimonio de Jesús y hacerlo siempre con confianza ("Con la perseverancia salvaréis vuestras almas").

Vale esta frase evangélica para describir la actitud heroica de muchos cristianos-as del mundo. El día 31 de octubre era asaltada la catedral sirio-católica de Bagdad. Murieron más de 40 fieles y tres sacerdotes, y hubo, además,  muchos heridos. El domingo día 7 los cristianos de Bagdad afirmaron la fuerza de su fe y mostraron con su testimonio valiente  que  la persecución y las amenazas continuas  no podrán derrumbarles; ellos son   auténticas  "piedras vivas" de la fe en un país martirizado por el terrorismo. Lo son, ciertamente, pero, como en otros lugares de Oriente Medio, son discriminados por su fe, menospreciados y presionados continuamente para abandonar sus propios países, en los que representan, en muchos casos, minorías con una presencia mucho más antigua que la de los propios musulmanes que quieren echarles.

            Muchos cristianos de Tesalónica pensaban que el día del Señor, el final de los tiempos, iba a llegar de un día para otro. ¿Para qué trabajar, entonces? San Pablo les dice que sigan trabajando para ganarse el pan, como él mismo ha hecho siempre. Y es que la espera de la Segunda Venida de Jesús convirtió en holgazanes a algunos de los miembros de la comunidad. También San Agustín tuvo que escribir un pequeño libro sobre la necesidad del trabajo a algunos de sus monjes que se apoyaban, para justificar su holganza, en unas frases que Cristo había dicho a sus discípulos: "Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros, y vuestro padre celestial las alimenta" (Mt. 6, 26).

Sin embargo, y subrayando la necesidad de confiar en la Providencia, no olvidemos el consejo de Jesús: "Cada día tiene su afán". Y recordemos que frente a tantas preguntas sobre el fin de este mundo físico y concreto, el Señor no responde directamente, pero nos dice algo que queda muy claro: "no tengáis pánico… ni un cabello de vuestra cabeza perecerá". Nuestro esfuerzo y creatividad, siempre sustentado todo en la inspiración del Espíritu Santo, ha de ir precisamente en esa dirección: trabajar sin desmayo, sin pereza y con entusiasmo hasta el día en el que Señor aparezca definitivamente, siendo profundamente realistas y siempre con esperanza. Que así sea con la Gracia de Dios.

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