4 de noviembre de 2010

"... PARA ÉL TODOS ESTÁN VIVOS"

DOMINGO XXXII TO -C- 1- 2Mac 7,1-2.9-14/Tes 2,16-3,5/Lc 20,27-38

 

            El texto del libro de los Macabeos es un testimonio de firmeza, valentía y serena confianza en Dios; de martirio como entrega generosa y expresión de fidelidad a las propias convicciones.  Detrás del hecho de comer o no carne de cerdo (trivial) hay un trasfondo mucho más importante: la aceptación o no del culto pagano como sustituto de las raíces religiosas del pueblo judío -fe en Dios-. El texto no recoge las bellas formulaciones de la madre cuando dice, llena de ternura: "Yo no se cómo aparecisteis en mi seno; yo no os di la vida ni ordené los elementos de vuestro organismo. Fue el creador del universo, el que modela la raza humana y determina el origen de todo...Él con su misericordia os devolverá el aliento y la vida". Para la tradición bíblica es fundamental la fe en un Dios personal que nos ha llamado a la vida y nos resucita a una nueva vida: "Vale la pena morir a manos de los hombres cuando se espera que Dios mismo nos resucitará... para la vida..."

            Jesús, en la respuesta a los saduceos, hunde sus raíces en lo más hondo de la tradición bíblica: nada puede quebrar la fidelidad de Dios. El Amor de Dios es más fuerte que la muerte. Será vida, ciertamente, aunque distinta de la presente sujeta a las coordenadas del espacio y el tiempo, y a los esquemas de la vida terrena. A veces  tenemos tan poca imaginación que no podemos pensar otra vida que no sea calcada de la que llevamos ahora. Creemos en un Dios que es espíritu, que no es palpable con nuestras manos y se nos hace imposible pensar en nuestra realidad espiritual; no somos pura biología, solo cuerpo... "algo más", aunque el "misterio" permanece íntegro....

 Escribía el sacerdote y periodista Martín Descalzo:

 «Y entonces vio la luz.
La luz que entraba
por todas las ventanas de su vida.
Vio que el dolor precipitó la huida
y entendió que la muerte ya no estaba.

Morir sólo es morir. Morir se acaba.
Morir es una hoguera fugitiva.
Es cruzar una puerta a la deriva
y encontrar lo que tanto se buscaba.

Acabar de llorar y hacer preguntas;
ver al Amor sin enigmas ni espejos;
descansar de vivir en la ternura;
tener la paz, la luz, la casa juntas
y hallar, dejando los dolores lejos,
la Noche-luz tras tanta noche oscura».


            No es un optimismo barato. Es de sabios recordar de dónde venimos y a dónde vamos. Es razonable pensar que el ansia de felicidad  e inmortalidad que anida en nuestro corazón será colmada... que nuestra sed de infinito será saciada... Es una pasión por la vida que empieza aquí, como puro don y esfuerzo por amar vivir dignamente, y acaba en las manos de Dios. Dice el Salmo: " Al despertar me saciaré de tu semblante": Bellísima promesa para la Resurrección que esperamos. Con Pablo: "que el Señor dirija nuestro corazón para que "seamos fieles a la tradición recibida", amemos y confiemos en el Dios de la vida". El hombre muere sí en su condición actual, pero no es un ser para la muerte, lo es para la vida. El creador de la vida es más fuerte que la muerte porque "no es un Dios de muertos, sino de vivos porque para Él todos están vivos". Esta esperanza es la "roca de nuestro corazón". Que así sea con la Gracia de Dios.

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