10 de marzo de 2011

"... EL ÁRBOL ERA APETITOSO, ATRAYENTE Y DESEABLE..."

DOMINGO I DE CUARESMA -A- Gn 2,7;3,1-7 / Rom 5, 12-19 / Mt 4, 1-11

 

Comienza una historia de “salvación” no de “condenación”. Sobre el fondo de las tentaciones la liturgia ha escogido el relato de la primera caída del hombre. Es un texto simbólico, una gran reflexión teológica para explicarnos el origen del mal en el mundo, como fruto de una elección libre del hombre. Desde nuestros  orígenes los  hombres hemos querido ser como Dios, fascinados por el deseo de convertirnos en señores absolutos de nosotros mismos, de los demás y del mundo (“podéis construir vuestra vida al margen de Dios”-“no necesitáis a Dios”); nuestra autonomía nos lleva a no aceptar fácilmente normas impuestas desde fuera; nos hemos sentido, sentimos,  atraídos por el árbol de la ciencia del bien y del mal ya que es “apetitoso, deseable y atrayente”, seductor... posible de lograr (en nuestra cultura hay la tentación de pensar que “el seréis como dioses” es solo una cuestión de tiempo: se desvelan los secretos de la vida en la biogenética, la clonación, investigación con las células madre embrionarias, la elección de sexo ...casi todo es ya posible...). 

El pecado original es nuestra tendencia innata a querer ser como dioses, a decidir lo que es bien o mal, dejarnos seducir por árboles apetitosos, atrayentes..., para acabar después, al abrir los ojos, descubriendo amargamente, como Adán y Eva, nuestra desnudez, vacío, fragilidad... finitud...signos de la ruptura con Dios.

Jesús, verdaderamente hombre, vivió dentro de sí la tentación que forma parte de la condición humana; fue sometido a la prueba como también lo estamos nosotros...,  y venció la triple tentación que ponía a prueba su fidelidad a estar con los hombre siguiendo el camino y la voluntad de Dios. Las tres tentaciones se refieren en su núcleo fundamental a la misión mesiánica que Jesús ha recibido el Padre. Versan, las tres, sobre el poder: utilizar el poder para hacer milagros que solucionen los problemas materiales, utilizarlo para forzar a la fe y para realizar la misión mesiánica por el dominio político. Y siempre con una  razón de fondo: “Si eres Hijo de Dios...”, la misma que en la cruz: “Si  eres hijo de Dios, bájate...”

            Jesús asume la realidad que para él se concretiza en el cumplimiento de la voluntad del Padre. Su poder no es para él, no es para “utilizar” a Dios”, sino para ponerlo a servicio y disposición de los demás. Por eso recuerda que el hombre necesita pan para vivir, pero si desea vivir como persona necesita también el alimento de la palabra de Dios, del espíritu. El hombre admira las obras humanas pero sin caer de rodillas ante criatura alguna porque el culto de adoración solo es debido a Dios. Todo lo demás son ídolos de barro, que esclavizan. De rodillas solo ante Dios. Esa es la libertad.

            Más allá de las tentaciones en el cristianismo hay siempre una llamada al optimismo y a la esperanza. Lo dice hoy Pablo: “por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos”, ya que “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia...” “El cristiano, al igual que cualquier otro hombre reside en un territorio limítrofe entre el bien y el mal”, una criatura “siempre al borde del abismo”. En el “humano Adán estamos todos”: no podemos negar la abundante historia humana de pecado y que todos los días nos ponen delante de los ojos los medios de comunicación, pero tampoco podemos negar la sobreabundante historia de gracia que han escrito y siguen escribiendo muchos hombres y mujeres y que pasa inadvertida. Y sobre todo no podemos olvidar que nuestra llamada es a ser hombres y mujeres, personas que asumiendo su realidad finita, creada, mortal, se abren al misterio de Dios para ser transformadas, divinizadas, por el mismo Dios. Que así sea con Su Gracia.