15 de enero de 2014

"Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo"

II DOMINGO TO -A- Is 49, 3.5-6/1Cor 1,1-3/Jn 1, 29-34

Tras la fiesta del Bautismo del Señor, comenzamos el curso normal de los domingos hasta la Cuaresma.  Y en este momento inicial  hemos escuchado un evangelio de Juan que resume el programa -el sentido- de la misión de JC.  Dice el Bautista definiendo a Jesús: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Son palabras que repetimos siempre antes de comulgar; vamos hoy a recordar su sentido y valor:

. Cordero de Dios: Es una expresión que corresponde a lo que hemos leído en la primera lectura: "Tú eres mi siervo... Te hago luz de las naciones para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra".   Este Salvador de Dios, este Mesías -según la gran esperanza del pueblo judío- escoge un camino no de dominio y poder, sino de servicio. Esto es lo que significa la comparación de llamarlo "cordero". Actualmente es muy posible que la palabra nos suene solo como sacrificio -expiación- de quien inclina la cabeza ante los poderosos. Pero la expresión de Juan va más allá de eso: significa que Jesús, el Mesías, el Hijo de Dios, realiza su misión como un servidor absolutamente humilde, pobre, sencillo... pero que así consigue la Victoria. El último libro de la Biblia, en el Apocalipsis, se nos presenta a este Cordero como el gran triunfador. Es la paradoja de la vida y obra de JC: un camino que como dice San Pablo, es locura y escándalo, pero que lleva a la vida.  No hay caminos más eficaces para los que amamos y seguimos a Jesús.

 

. El pecado del mundo: no habla del pecado de cada hombre sino del pecado del mundo. Se trata de la realidad del mal  que hay en el mundo, más allá de lo que cada uno de nosotros hace. Es lo que queremos expresar al hablar de "pecado original": un niño al nacer,  entra en un mundo  herido por una presencia de mal que de un modo u otro le afectará. Ninguno de nosotros se libra de esta herida, todos la sufrimos. Por eso su lucha es contra el pecado del mundo, contra esta presencia poderosa que no podemos ingenuamente ignorar. Isaías en la primera lectura, decía que el "Siervo de Dios" sería "LUZ", frente al pecado del mundo es básicamente oscuridad, tiniebla, negación y manipulación de la verdad;  hipocresía que lleva al egoísmo, al desamor.

Sólo con la fuerza de la  verdad y del amor se combate eficazmente contra el mal que hay en el mundo. Escoger  siempre la verdad y escoger siempre el amor es la única manera de ser cristiano, desenmascarar el mal que trata de envolvernos en la “indiferencia”, de ponernos ante Alguien que es misericordia.

 

Todos conocemos suficientemente nuestra debilidad, nuestro pecado y -más aún- el peso del pecado del mundo en nosotros, que nos impide avanzar por el camino recto. Pero podemos hacerlo: es importante notar cómo el testimonio de Juan sobre Jesús se identifica al decir que en Él está el Espíritu de Dios. No dice: es un hombre sabio, bueno, fuerte... sino simplemente: en Él está el Espíritu de Dios. Y esto se puede decir también de nosotros: en nosotros está el Espíritu de Dios. No somos sabios, a veces tampoco buenos, o fuertes..., pero por gracia de Dios en nosotros habita su Espíritu y su fuerza nos sostiene en el camino de la vida y del bien. Dice el Papa Francisco, animándonos a vivir la evangelización: “no es lo mismo haber conocido a Jesús que no conocerlo, no es lo mismo caminar con él que caminar a tientas, no es lo mismo poder escucharlo que ignorar su Palabra... no es lo mismo tratar de construir el mundo con su Evangelio que hacerlo solo con la propia razón”. Podemos ser más; podemos ser  luz. Que así sea con la Gracia de Dios.