SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS - C- Nm 6,22-27 / Gal 4, 4-7 / Lc 2, 16-21
Al finalizar un año y comenzar otro, abrimos la reflexión como lo hace la primera lectura: con una felicitación en forma de bendición. Que el Señor nos colme de sus bendiciones y sintamos su protección ante las adversidades, sobre todo ante las angustias que acompañan la existencia del ser humano. Que tengamos la dicha de llegar al conocimiento de Dios como Padre y del hombre como hermano y que él nos conceda la paz. Esperamos, deseamos, necesitamos que éste sea el tiempo de la reconciliación, que éste sea el año de la misericordia, de la reconciliación y de la paz, quebrantada en tantos lugares, familias... Vivimos tiempos complicados y la comunidad cristiana no puede permanecer impasible, ajena a la realidad.
En el Mensaje del Santo Padre para la 49ª Jornada Mundial de la Paz 2016: “Vence a la indiferencia; conquista la paz”, se nos recuerda que la paz es una conquista, no es un bien que se obtiene sin esfuerzo, sin conversión, sin pensar con responsabilidad a las gravísimos problemas que afligen a la humanidad como el fundamentalismo con sus masacres, las persecuciones a causa de la fe o de la etnia, la violación de la libertad o de los derechos de los pueblos, el abuso de las personas, la corrupción, el drama de los refugiados… La paz es posible allí donde el derecho de cada ser humano es reconocido y respetado, según la libertad y la justicia.
“Dios no es indiferente. A Dios le importa la humanidad, Dios no la abandona”, afirma el Papa Francisco al comienzo de su mensaje, en el que subraya que es necesaria una conversión del corazón para pasar de la indiferencia a la misericordia: “Promover una cultura de solidaridad y misericordia para vencer la indiferencia”. La paz es “fruto de una cultura de solidaridad, misericordia y compasión”. La indiferencia frente a las plagas de nuestro tiempo es una de las causas principales de la falta de paz en el mundo. A menudo la indiferencia está relacionad a diversas formas de individualismo que llevan al aislamiento, la ignorancia, el egoísmo o la falta total de compromiso. El mensaje de 2016 dirigido a todos los hombres de buena voluntad, en particular a quienes trabajan en la educación, la cultura y los medios para que actúen según la aspiración de construir juntos un mundo más libre, justo, misericordioso.
“No perdamos la esperanza de que 2016 nos encuentre a todos firme y confiadamente comprometidos, en realizar la justicia y trabajar por la paz en los diversos ámbitos… La paz es don de Dios, pero confiado a todos los hombres y a todas las mujeres, llamados a llevarlo a la práctica”, por lo que es necesario “custodiar las razones de la esperanza” y realizar, particularmente en este año jubilar de la Misericordia, obras de misericordia corporales y espirituales, en la familia y en todos los ámbitos de la vida diaria.
En la solemnidad de Santa María, Madre de Dios, contemplamos nuevamente la actitud de María que escucha, guarda y medita en silencio la Palabra. Y, al hacerlo, nos enseña que nosotros podemos también transformarnos en madres-padres y hermanos de Cristo escuchando la Palabra y poniéndola en práctica. San Francisco de Asís decía: “Nosotros concebimos a Cristo cuando le amamos con sinceridad de corazón y con rectitud de conciencia, y le damos a luz cuando realizamos obras santas que lo manifiestan al mundo”. Jesús, nacido de mujer y también en nuestro corazón, sigue teniendo la misión, recordada por Pablo, de “rescatar a los que estaban bajo la Ley”, para llevarnos a vivir la gozosa experiencia de la filiación y la fraternidad: “no eres esclavo sino hijo”. Que así sea con la Gracia de Dios. Feliz año 2016, año de la Misericordia.