22 de febrero de 2015

"... está cerca el Reino de Dios"

I Domingo Cuaresma-B-  Gen 9,8-15/ 1 Pe 3,18-22/ Mc 1, 12-15

La Cuaresma, “sagrada primavera de la Iglesia” como llaman los Padres, es el tiempo litúrgico que nos ofrece la Iglesia para ayudarnos en el camino de ser esos  hombres y mujeres nuevos que empezamos a ser cuando recibimos el sacramento del bautismo, y nos convertirnos en templos del Espíritu de Cristo.  El Papa Francisco en su mensaje cuaresmal nos dice:

 

La Cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades, para

cada creyente. Pero sobre todo es un tiempo de gracia. Es decir un tiempo para estar atentos al renacer de una vida nueva, como buenos discípulos en la escuela del servicio divino, una vida nueva que recibimos como un don de Dios que va marcando el camino. Y añade: No demos lugar en nuestra inconsciencia a la indiferencia. La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real también para los cristianos… Hoy hay una globalización de la indiferencia. Por eso necesitamos oír en cada Cuaresma el grito de los profetas que levantan su voz y nos despiertan.

 

En el desierto, Jesús «es tentado por Satanás». Nada se dice del contenido de las tentaciones. Solo que provienen de «Satanás», el Adversario que busca la ruina del ser humano destruyendo el plan de Dios. Ya no volverá a aparecer en todo el evangelio de Marcos. Jesús lo ve actuando en todos aquellos que lo quieren desviar de su misión, incluido Pedro. El breve relato termina con dos imágenes en fuerte contraste: Jesús «vive entre fieras», pero «los ángeles le sirven». Las «fieras», los seres más violentos de la creación, evocan los peligros que amenazarán siempre a Jesús y su proyecto. Los «ángeles», los seres más buenos de la creación, evocan la cercanía de Dios que bendice, cuida y defiende a Jesús y su misión.

 

Y cuando empieza este tiempo de renovación debemos mantener el espíritu fuerte y atento a la lucha diaria. San Agustín: “Nuestra vida en medio de esta peregrinación no puede estar sin tentaciones, ya que nuestro progreso se realiza precisamente a través de la tentación, y nadie se conoce a sí mismo si no es tentado, ni puede ser coronado si no ha vencido, ni vencer si no ha combatido, ni combatir si carece de enemigo y tentaciones”. “Te fijas en que Cristo fue tentado y o te fijas en que venció? Reconócete a ti mismo tentado en él  y reconócete también vencedor en él. Podía haber evitado al diablo; pero, si no hubiera sido tentado, no te habría aleccionado para la victoria cuando tú fueras tentado”.

 

No es fácil la lucha permanente, ni la poda, ni la conversión,  ni volver a una sana sobriedad, ni la experiencia del desierto... pero es necesario si queremos dar un fruto más abundante, purificado  y evangélico  en nuestra vida. Por ello debemos fortalecer el corazón y el camino para hacerlo es,  antes que nada,  guardar la Palabra en el corazón, dejarnos iluminar por su sabiduría y abiertos a seguir su interpelación. Contemplada así la Cuaresma como un camino a la Pascua puede ser un camino muy vivo y apasionante, pues nos ayudará a tener un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deja encerrar en sí mismo y no cae en el vértigo de la globalización de la indiferencia. Dios mantiene su alianza  y debemos vivir como signos de esta alianza de paz y salvación de Dios con toda la humanidad.   Que así sea con la Gracia de Dios.

 

No hay comentarios: